BUSCADOR DE ACEITES, GRASAS Y ACIDOS GRASOS

NOTAS COMPLEMENTARIAS

NOTAS COMPLEMENTARIAS

[1] Los métodos modernos de industrialización a que son sometidos los productos naturales por medio del impacto de diversos tipos de energía, ya sea calorífica, radiaciones, microondas, o cualquier otra, modifica la frecuencia vibracional de las moléculas de los alimentos, de una natural a otra tóxica, esto además de las modificaciones a su estructura molecular original, que también resultan tóxicas.

“La irradiación modifica la frecuencia vibracional que ya no favorece a la vida, sino que resulta toxica para el cuerpo. Esto ha sido demostrado mediante fotografías kirlian. Si se toma una manzana y se fotografía con una cámara Kirlian, se vera un hermoso patrón de energía alrededor de la manzana. Si la manzana es bombardeada con microondas y se le toma una segunda fotografía, se vera que el patrón de energía alrededor de la manzana habrá cambiado radicalmente. El patrón ahora parecerá dentado, tosco y errático. El patrón de energía de la manzana adquiere similitud con la del arsénico, un veneno mortal”. Trudeau, K., Alternativas Naturales, Al Gran Negocio de la Salud. Canadá: Planeta Publishing. 2007.
ISBN: 978-84-8460-646-8
ISBN-13: 978-84-8460-646-8
ISBN-10: 84-8460-6465

La modificación en la frecuencia vibracional molecular de los alimentos por los procedimientos de industrialización o culinarios, los transforma de una producto natural y sano, capaz de favorecer la salud y la vida, a un producto artificial y toxico incapaz de mantener la salud y la vida.
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[1] Thomas Latimer Peter Cleave (1906-1983). Fue un médico cirujano, investigador y capitán del ejército británico, que investigó extensamente los efectos negativos para la salud, por la incorporación a la dieta humana de los carbohidratos refinados (en particular, el azúcar y la harina blanca), productos que no habían estado disponibles durante las etapas anteriores de la evolución humana. Cleave recibió por su labor de investigación y por su ensayo, en que reporta el resultado de sus investigaciones titulado The Saccharine Disease publicado en 1974, la medalla de oro del Royal Institute of Public Health and Hygiene, así como la medalla Gilbert Blane otorgada por el Royal College of Physicians and Surgeons de medicina naval.
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[1] Bajo una nueva visión impulsada desde el seno de la Asamblea Mundial de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, revertir la creciente epidemia de obesidad, diabetes, cardiopatías, cáncer y otras enfermedades degenerativas, es factible con sencillas medidas nutricionales y actividad física. Bajo este enfoque una prevención eficaz es posible.

Ciertos estudios indican que hasta un 80% de casos de cardiopatía coronaria, hasta el 90% de diabetes de tipo 2 y alrededor de un tercio de los cánceres podrían prevenirse comiendo de manera saludable, manteniendo un peso normal y haciendo ejercicio durante toda la vida; y concluyeron que la combinación de múltiples factores dietéticos es más poderosa que la aplicación de medidas simplistas como sería disminuir la ingesta calórica a partir de una reducción de las grasas: “existe una fuerte evidencia de que la tríada formada por un aumento del consumo de ácidos grasos esenciales de configuración cis-cis, una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y nueces, beneficia mucho más que modificar uno sólo de estos aspectos. Si a este conjunto de medidas se añaden otras como realizar ejercicio físico cotidianamente, evitar el consumo de tabaco y mantener un peso adecuado, se puede prevenir la mayoría de las enfermedades que asolan a las poblaciones occidentales”.

Para  alcanzar los objetivos de prevención, la OMS ha intensificado la colaboración con otras organizaciones y órganos del sistema de Naciones Unidas, como FAO, UNESCO y UNICEF, y con otros asociados, como Banco

Mundial, organizaciones internacionales no gubernamentales, asociaciones de profesionales y el sector privado. Así mismo, se promueve la colaboración internacional mediante la creación y la coordinación de redes de participación procurando involucrar a bastos sectores sociales.

En este contexto, cobra capital importancia la capacitación en dietética y nutrición de los de los futuros profesionales de la salud.
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[1] La Oficina de Etiquetado, Suplementos Dietéticos y Productos Nutricionales de la FDA en su sitio oficial en Internet respondiendo a la pregunta ¿Qué es un Ácido Graso Trans?, afirma lo siguiente: A diferencia de otras grasas, la mayoría de los ácidos grasos trans se forman cuando aceites líquidos se convierten en grasas sólidas como en la elaboración de frituras (shortening) y margarina sólida. Sin embargo, hay pequeñas cantidades de ácidos grasos trans de manera natural en algunos alimentos, especialmente de origen animal. Esencialmente, los ácidos grasos trans aparecen cuando se agrega hidrógeno a los aceites vegetales, proceso llamado hidrogenación. La hidrogenación retarda la caducidad y mantiene estable el sabor de los alimentos que contienen estas grasas.

Y a la pregunta ¿Dónde se encuentran los ácidos grasos trans? En la manteca vegetal (shortening vegetable), algunas margarinas, tostadas, galletas, tentempiés, y algunos otros alimentos fritos o elaborados con aceites parcialmente hidrogenados.
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[1] En el portal en el Internet del MedlinePlus de la Biblioteca Nacional de Medicina y los Institutos Nacionales de Salud de los EE. UU. (US National Library of Medicine (NLM)), se puede leer lo siguiente definición de ácidos grasos trans:

ÁCIDOS TRANSGRASOS

Los ácidos transgrasos son grasas manufacturadas creadas durante un proceso llamado hidrogenación, el cual apunta a estabilizar los aceites poliinsaturados con el fin de evitar que se vuelvan rancios y para mantenerlos sólidos a temperatura ambiente. Estos ácidos pueden ser particularmente peligrosos para el corazón y pueden ofrecer riesgo para el desarrollo de ciertos cánceres. Las grasas hidrogenadas se utilizan en la margarina espesa, comidas rápidas, productos comerciales horneados (donas, bizcochos, galletas), alimentos procesados y fritos.

Estos ácidos se forman cuando el aceite vegetal se endurece (un proceso llamado hidrogenación) y pueden elevar los niveles de LDL, al igual que bajar los niveles de HDL ("colesterol bueno"). Los ácidos transgrasos se encuentran en los alimentos fritos, productos comerciales horneados (rosquitas fritas, bizcochos, galletas), alimentos procesados y margarinas.

GRASAS HIDROGENADAS Y PARCIALMENTE HIDROGENADAS

Esto se refiere a los aceites que se han endurecido (como la margarina y la mantequilla duras). Parcialmente hidrogenadas significa que los aceites están sólo parcialmente endurecidos. Los alimentos hechos con aceites hidrogenados se deben evitar debido a que contienen niveles altos de ácidos transgrasos, los cuales están ligados a la cardiopatía. (Se recomienda mirar los ingredientes en la etiqueta del alimento).

EFECTOS SECUNDARIOS

Comer demasiadas grasas saturadas es uno de los mayores factores de riesgo de cardiopatía. Una dieta alta en grasas saturadas hace que una sustancia cerosa y suave denominada colesterol se acumule en las arterias. El exceso de grasa también incrementa el riesgo de cardiopatía, debido a su alto contenido de calorías que incrementa la posibilidad de volverse obeso (otro factor de riesgo de cardiopatía y de algunos tipos de cáncer).

El consumo abundante de grasas poliinsaturadas puede incrementar el riesgo de algunos tipos de cáncer. El hecho de reducir el consumo diario de grasa no es garantía contra el desarrollo del cáncer o cardiopatía, pero sí ayuda a reducir los factores de riesgo.
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[1] Adelle Davis explica en su libro Recobremos la Salud, que incluso, el término araquidónico, se deriva de la palabra Arachis, nombre botánico del cacahuate, debido a que el aceite de cacahuate, contiene cantidades apreciables de ese ácido graso.
Davis, A., Recobremos la Salud (México: Editorial Diana, 1987).
ISBN: 968-13-2918-X.
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[1] Macdonald Hugh Sinclair, MS, DSc, FRCP, (4 de febrero de 1910 - 22 de julio de 1990) experto en nutrición humana de la Universidad de Oxford, definió y clasificó lo que el considero "enfermedades de la civilización", entre las que incluyó enfermedades coronarias, cáncer, diabetes, inflamación, accidentes cerebrovasculares y enfermedades de la piel, las cuales se agravan por el consumo de "grasas malas".
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[1] Incluso, un aceite de primera presión en frío, no siempre garantiza su inocuidad y calidad.

Si la etiqueta dice además que dicho aceite esta refinado (aunque se añada por otro lado que es un aceite muy puro, es imposible que haya sido prensado en frío.

Un verdadero aceite virgen de primera presión en frío, tiene que haber sido prensado a menos de 40º C. Pero para ser más precisos, haría falta también que la etiqueta mencionara que las semillas o los frutos oleaginosos no hayan sido precalentados, ni secados en una estufa con calor. En estos casos, inútil seria realizar la presión de los aceites a temperaturas inferiores de los 40º C, si previamente ya han sido calentados a temperaturas de 50º e incluso 70º C que se suelen utilizar.

Además, los aceites de primera presión en frío, deberán ser guardados en un embase de cristal de color ámbar, libre de oxigeno, y una vez abiertos, colocados en un frigorífico para evitar su rápida rancidez. (Gianfranco Montedoro. Aceite: variedad y tecnologías que tienen influencia sobre su calidad. Terra et Vita nº 48. 1988. Citado por el Dr. Francine Drieu en su articulo titulado “Estudios comparativos sobe los aceites”, el cual fue publicado en el primer boletín de la Asociación Médica Kousmine Internacional). (Philippe Gaston Besson. Alain Bondil. André Denkean. Philip Keros. Los Cinco Pilares de la Salud. Editorial Integral. Barcelona, España. Pág. 67. ).

En 1956 Hug Macdonald Sinclair, investigador de ciencias de la nutrición, publicó en Lancet un artículo, en el que comunicaba los resultados de sus experimentos y los fundamentos de sus teorías sobre la importancia de los ácidos grasos esenciales en la patogenia y fisiopatología de la arteriosclerosis y de otros padecimientos que en el título de su escrito englobaba en un amplio “etcétera”: alteraciones del sistema nervioso, lesiones epiteliales o trombosis coronaria.

Más adelante, Sinclair se interesó por la escasa prevalencia de enfermedades “modernas” en los esquimales, y se embarcó en una ambiciosa expedición a Groenlandia y Canadá con el fin de estudiar la dieta de los indígenas. Dio gran importancia al pescado y a la carne de foca, por lo que se abocó a estudiar los beneficios nutricionales de esta última, experimento con el mismo y durante varios meses se alimentó exclusivamente a base de este mamífero marino.

Hugo Sinclair falleció en junio de 1990. Pero a principios de ese año, más de 90 científicos participaron en una conferencia internacional en la que se examinó la trascendencia sanitaria de los ácidos grasos esenciales. El organizador de la conferencia fue David Horrobin. En las conclusiones de la reunión se relacionó la carencia de ácidos grasos esenciales con una amplísima gama de trastornos que complementaban el “etcétera” del articulo de Sinclair publicado en 1956: eczema atópico, acné vulgar, psoriasis, lesiones cutáneas en perros y gatos, enfermedad coronaria, hipertensión, artritis reumatoide, síndrome de Sjögren, viriasis de toda índole, alcoholismo, esquizofrenia, diskinesia tardía, trastorno por déficit de atención, cánceres murinos, úlcera péptica, colon irritable, cirrosis biliar primitiva, fibrosis cística, neuropatía diabética, síndrome premenstrual, mastodinia y fibrosis quística de la mama. Entonces se excluyó la fibromialgia, tal vez por que aun se sabía poco de este padecimiento.
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[1] Algunos de los efectos de los trans sobre la salud del ser humano
a. Perfil lipídico

Se ha visto que los ácidos grasos trans aumentan el colesterol total, el colesterol LDL (o colesterol malo) y además, disminuyen el colesterol bueno o HDL.
Los trans parecen fomentar la síntesis de sustancias llamadas eicosanoides, tales como prostaglandinas y tromboxanos de las clases que favorecen la formación de trombos. Los trombos tienen una alta correlación con la enfermedad cardiovascular.
Dado que los trans favorecen el aumento de los principales factores de riesgo vinculados con enfermedad cardíaca coronaria, al tiempo que, acrecientan el riesgo de padecerla y éste es paralelo al incremento en el consumo de los mismos (efecto dosis-dependiente). Su efecto supera, gramo a gramo, el efecto que se le adjudica grupalmente a los ácidos grasos saturados.
Algunos datos muestran que el consumo de trans de larga data, se correlaciona con una mayor incidencia de infarto de miocardio y cardiopatía isquémica.
Se ha observado que los trans favorecen desórdenes metabólicos tales como una actividad anormal de la hormona insulina (principal reguladora de varios procesos en el organismo), lo cual se denomina “resistencia a la insulina” y es la base de diferentes enfermedades como la diabetes tipo 2.
El desarrollo de algunos cánceres como el de seno, colon y recto se han correlacionado positivamente
g. Depresión de la respuesta inmune
Se ha propuesto que con el consumo de ácidos grasos trans, especialmente con dietas con alto contenido de los mismos pueden afectar la inmunidad (defensas). (6,14).
En algunos estudios hechos en animales y en seres humanos se ha visto que los ácidos grasos trans parecen impedir el uso correcto de los ácidos grasos esenciales y la formación de sus derivados. Lo anterior, entre otros, obstaculiza la producción del ácido araquidónico (AA) y del ácido docosahexaenoico (DHE), los cuales son fundamentales para el crecimiento y desarrollo de los niños, especialmente la retina (área visual) y el sistema nervioso.
Ciertas investigaciones han mostrado que recién nacidos de mamás con consumos moderados y altos de trans, tienen bajo peso al nacer e incluso son de talla pequeña (5).
b. Trombos
c. Enfermedad cardiovascular
d. Infarto de miocardio
e. Resistencia a la insulina, síndrome metabólico y diabetes mellitus
f. Cáncer
h. Utilización de ácidos grasos esenciales
i. Lactancia materna, peso y longitud al nacer
Además, se ha advertido una gran correlación entre el contenido de trans en la dieta de la mamá y los niveles de trans presentes en el cordón umbilical (que comunica al bebé con la mamá) (4). También, se ha encontrado una relación positiva entre los niveles de consumo en la mamá, los valores de trans en la leche materna y los niveles de trans en la sangre del bebé lactante (9).
Lo anteriormente expuesto, es de gran trascendencia ya que si se considera el punto referido a los ácidos grasos esenciales (h), la correcta utilización de los mismos es fundamental en el niño y por ende, los trans podrían interferir en su crecimiento y desarrollo, conllevando a desórdenes neurológicos o visuales.

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